Avui és notícia que el Consorci Viari de la
Catalunya Central ha anunciat que iniciarà un estudi per demostrar a la
Generalitat la necessitat de connectar Manresa amb Lleida (La Vanguardia,
05/09/2013). I és que es triga el mateix en fer aquest trajecte en tren (línia
convencional, rodalies) que en anar de Lleida a Madrid (en AVE).
Per entendre aquests desequilibris en termes
d’accessibilitat ens hem de remetre a mitjans del segle XIX, quan es va
començar a construir la xarxa ferroviària espanyola.
El contexto político de cada país determinó el timing del desarrollo ferroviario. La coincidencia temporal del
boom ferroviario con el nacimiento del primer Estado liberal centralizado en
España, es un elemento importante a tener en cuenta ya que determinó el proceso
y la forma del desarrollo del ferrocarril en España. Bajo los auspicios de la
ley del ferrocarril de 1855 se diseñó una red que pretendía fraguar la unidad
nacional a la vez que diluía las profundas desigualdades regionales.
Sin embargo, lo que se consigue es una red ferroviaria fragmentada. Se
forman varias redes regionales (eje catalán, andalúz “Córdoba-Cádiz”,
Madrid-Alicante, Santander-Valladolid-Ávila, …) que tardarán varias décadas en
adquirir una visión de conjunto. Mientras, grandes extensiones del territorio
peninsular permanecen aisladas hasta finales del siglo XIX. Esto fue porque el
diseño de la red ferroviaria española estuvo desvinculado de la demanda real de
transporte. Ejemplo: línea Madrid- Sevilla).
En el contexto de la Revolución Industrial, el ferrocarril se concibe
como un factor de aglomeración que contribuye a la especialización económica, a
la modernización de la sociedad y al crecimiento urbano. Durante el siglo XIX
la expansión de la red ferroviaria fue dando cobertura a los principales polos
demográficos, centros de producción y de distribución.
La red ferroviaria francesa contó con una visión holística y de servicio
a la población desde sus inicios. En 1870, ya se habían construido todas las
líneas de larga distancia y los principales núcleos urbanos contaban con
conexión a París. A demás, antes de finalizar el siglo XIX, prácticamente todas
las poblaciones con más de 10000 habitantes formaban parte de la red ferroviaria
francesa.
En cambio, son numerosas las ciudades –grandes y pequeñas- de la Península Ibérica que permanecen aisladas de la red ferroviaria durante el mismo período. Incluso en la actualidad, el 40% de las aglomeraciones españolas y el 30% de portuguesas permanecen sin acceso directo a la red.
Así pues, la implantación del ferrocarril supuso el incremento de las
diferencias regionales. La llegada del ferrocarril a un punto, no
necesariamente con mayor demanda, suponía su proyección demográfica y económica
en detrimento de aquellos lugares sin conexión. Teniendo en cuenta que las
infraestructuras constituyen el conjunto de equipamientos y estructuras básicas
que hacen posible el desarrollo económico, la escasez de las mismas fue un
obstáculo infranqueable al avance de la industrialización. Como consecuencia,
se produjeron cambios en la estructura y en la jerarquía urbana nacional. En el
caso español, nos encontramos con una red de baja densidad que fue pensada para comunicar la capital político-administrativa con sus
regiones, causando la adaptación del proceso de urbanización a la red ferroviaria.
En este sentido, se pueden trazar paralelismos entre el desarrollo desigual de
áreas aisladas como Galicia y otras mejor comunicadas como el eje mediterráneo.
A demás, la ausencia de alternativas de transporte real fraguó el
aislamiento de aquellos sitios sin acceso a la red ferroviaria, hasta la
democratización del automóvil, medio siglo más tarde.
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